Poema en línea recta, Fernando Pessoa, Trad. Francisco
Cervantes.
NUNCA CONOCÍ a quien se hubiese llevado un porrazo.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.
Y yo, tantas veces sucio, tantas veces cerdo, tantas veces
vil,
yo tantas veces irresponsablemente parásito,
indisculpablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para darme un
baño,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que me he limpiado los pies públicamente en las alfombras
elegantes,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido humillaciones y callado,
que cuando no he callado, he sido todavía más ridículo;
yo, que he sido cómico a las criadas del hotel,
yo, que he sentido el guiñar de los ojos de los cargadores,
yo, que he cometido vergüenzas financieras, pedido prestado
sin pagar,
yo, que cuando la hora del golpe vino, me agaché
escapando a la posibilidad del golpe;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
yo compruebo que no tengo igual en todo esto en este mundo.
Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca tuvo un acto ridículo, nunca sufrió humillaciones,
nunca fue sino príncipe
-todos ellos príncipes- en la
vida…
¡Quién me permitiera oír de alguien la voz humana
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que una vez
fue vil?
Oh, príncipes, hermanos míos,
¡arre, estoy harto de semidioses!
¿En dónde es que hay gente en el mundo?
¿Entonces soy sólo yo quien es vil y equivocado en esta tierra?
¡Podrán las mujeres no haberlos amado,
pueden haber sido traicionados, pero ridículos nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo yo hablar con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
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