22 dic 2012

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LA COLECCIÓN VERNON

"EL PUENTE DE MADERA"

Pocas palabras han de bastar para describir esta encantadora tela. Cuatro gañanes tratan de pasar a la fuerza a un obstinado cerdo por un puente de madera: las manos de un quinto se hacen apenas visibles al borde de la escena. Diríase bien el súmum de la crueldad bien de la demencia el esperar que el dicho camine sobre una pata (1). Sin embargo, parace ser que esa circunstancia no ha sido suficientemente considerada, y la consecuencia de tal omisión es que los esforzados se están dando un trabajo enorme con magras perspectivas de éxito. Apenas si puede tenerse en pie el infeliz bellotero; y no digamos avanzar siquiera una pulgada, a menos que una o más de sus patas sean liberadas. Se nos antoja que la cuarta figura preferiría no recibir ayuda alguna en su hacer a la que está recibiendo (2). No es puja sustenta una opinión del todo semejante. Los árboles, la alquería y el sol poniente al fondo producen, a su vez, un bello efecto.

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1. El verbo "caminar" implica el uso de más de una pata. La única forma en que pudiere avanzar sería brincando.

2. V. gr.: Por el cabello.

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por Lewis Carroll.




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19 dic 2012





Poema en línea recta, Fernando Pessoa, Trad. Francisco Cervantes.

NUNCA CONOCÍ a quien se hubiese llevado un porrazo.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.

Y yo, tantas veces sucio, tantas veces cerdo, tantas veces vil,
yo tantas veces irresponsablemente parásito,
indisculpablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para darme un baño,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que me he limpiado los pies públicamente en las alfombras elegantes,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido humillaciones y callado,
que cuando no he callado, he sido todavía más ridículo;
yo, que he sido cómico a las criadas del hotel,
yo, que he sentido el guiñar de los ojos de los cargadores,
yo, que he cometido vergüenzas financieras, pedido prestado sin pagar,
yo, que cuando la hora del golpe vino, me agaché
escapando a la posibilidad del golpe;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
yo compruebo que no tengo igual en todo esto en este mundo.

Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca tuvo un acto ridículo, nunca sufrió humillaciones,
nunca fue sino príncipe  -todos ellos príncipes-  en la vida…

¡Quién me permitiera oír de alguien la voz humana
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que una vez fue vil?
Oh, príncipes, hermanos míos,

¡arre, estoy harto de semidioses!
¿En dónde es que hay gente en el mundo?

¿Entonces soy sólo yo quien es vil y equivocado en esta tierra?

¡Podrán las mujeres no haberlos amado,
pueden haber sido traicionados, pero ridículos nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo yo hablar con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.