8 ago 2013



 
F: Patricio Bustos




Primer Movimiento: Un Girasol en la Isla de los Arrayanes

-1-
 
Cada vez que pestañea se despierta lentamente entre las dunas, cada vez. Su cara de arena (que nunca se deshaga) brilla bajo el rocío de la rompiente.
El zumbido, la brisa, las olas frescas se arriman a su pecho. El mar la alumbra y hundo mi mano, como una lámpara ciega, a rodearla. Entonces el mundo es un puñado de sol y agua sobrevolándonos.

(Gozo del  rítmico oleaje: sal y viento, guijarro y altura, orilla y horizonte; gozo del paisaje desenvuelto en sus ojos, de su fonética y de su nombre, Eugenia; gozo de haber atravesado el desierto, deslizando mis ojos, como un niño desobediente, por el pasamanos de sus pestañas, a riesgo de caer desde tan alto.)

-1.2-

El ritmo, las olas.
Despierta con la lentitud del cielo
en el centro mismo de la isla de sus ojos
liberando bandadas
 y bandadas
 de horizontes.

Y un poema,
y una canción
la contemplan.

(Debajo del cielo blanco un pelotón de nubes grises escolta a la brisa. Imagino al sol, solo, allá arriba, y su pelo, en algún punto de la isla, desbordándola y apuntándolo. Y ella que enhebra un hilo dorado en el viento. Era tan fácil. Debajo del cielo blanco un pelotón de nubes grises escolta a la brisa.)

-1.3-

Su mirada tiene la temperatura de un arrayán floreciéndole bajo la corteza de los párpados. Otro fósforo se enciende y se consume allá adentro cada vez que pestañea. Cada vez que su mirada sale como un lento abanico a sahumar el aire. Su sombra es esa llama.  
Un bosque de arrayanes se expande dentro de sus ojos, donde los arboles se doblan a besar la tierra, y se yerguen a contemplar lo que ella mira, embriagándose, respirándola.

(Bosque adentro, los minerales y los búhos carcomen el óxido en los ojos de mi caballo dormido en su esqueleto de diamante. Ojos como dos lágrimas de humo infinito, azorando bajo sus párpados la herradura atrapada en su linaje. Esa mirada que soltó a librar montañas y silencios. Las hojas, arriba en el follaje, entre luces hundidas, oscilan y chispazos de fuego fulminan la noche.)

El zumbido, la brisa, las olas frescas se arriman a su pecho.

-2-

El ritmo, la arena, el agua, la espuma. Todo zumba.

-Tu boca roza la cordillera enrojecida al fondo de la calle-

(Observo la cima nevada de alguna nube y es otra montaña bajo el sol que conquisto de pie sobre mis hombros.
Surco la arena con un dedo. El viento maniobra una gaviota. Un petrel gigante remonta su vuelo al ras de la superficie marina. Remonta su piedra danzarina y pesada. Remonta su exploración impenetrable. Empuja el cielo.
Deseo, con toda mi existencia, escalar un arrayán solitario, un árbol sobreviviente del viento y la soledad, allá, en medio del mar, y llevar mi mano a la frente, y buscarla, así extravíe la mirada en el horizonte. No me importa. Estoy seguro que nadie es del todo ciego. Que siempre algo queda. El olvido es un palo que trajo la noche, como esos palos que trae la marea, y ahí están. Deseo, con toda mi existencia, escalar un arrayán solitario. )

-3-

Se sonroja cada vez que piensa en la luna, y canta cosas parecidas.

-3.1-

Cada pestañeo suyo
es un largo viaje.

-3.2-

Se duerme y la sigo.

(Una flor de espuma
imaginé
y creí
y sembré
 al borde de todas las piedras
de la otra orilla
hasta que el mar
cerrando sus portones
la trajo.)

-3.3-

Su beso duerme bajo el arrayán de sus ojos atrás de esa estrella.

-3.4-

-No te ilusiones, la luna no canta, te toca-

(Dos mareas, una lila, otra roja. El búho soñando la luna despierta, la huella lenta de la niña. La puerta, la neblina, el aroma, la madera, la mano que empuja y tiembla. La luz, el rincón, el espejo. La almohada, la ventana, la cortina, los flecos embebidos en sal del horizonte. El salto de la niña. El faro. La distancia.)

-000-

<< El vidrio es para los ciegos y para la luz. Cayó la noche a romperse contra la tierra. Fuimos testigos, y por respeto, hicimos el amor en silencio. Pero siempre por debajo de la puerta alguna brizna entra, o algún gemido sale. Estoy seguro que nadie es del todo ciego. Que siempre algo queda. El olvido es un palo que trajo la noche, como esos palos que trae la marea, y ahí están. El vidrio es para los ciegos, la luz no. Lo intentamos, por respeto, pero el amor es así, desobedece, gime. >>

(Columnas de humo azul suben y se disgregan entre las nubes violetas. Una brisa de trigo se arremolina entre mis dedos, y un girasol nocturno crece en la palma de su mano.)

-4-

Y ella que es un espejismo al que me acerco y existe, y que al caer la noche se acuesta a mi lado, sobre la arena tibia de sus ojos, y sueña.

(Un relámpago de luz silenciosa se desliza desesperadamente por su rostro a rogarle algo a la boca.)

-5-

De noche
se camufla
entre el mar
y la arena.

Aluniza.

-5.1-

Se duerme y la sigo.
Hasta que se detiene y gira y me mira con sus dos ramitas de arrayán en la mano.



F: Gabi Kun


*

Fragmento de un inédito

25 abr 2013




Dibujo: extraído del Fb del autor, Maxi López.
 más de él en:

www.flickr.com/photos/aprendiaescribir/

zepolixam.blogspot.com.ar/



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Dañino

____________________________________A Matias Saldivia.
 

Era más que obvio el desenlace, Dañino estaba aburrido. 

Por eso aparecía, y nos embocaba, así nomás.

Era ese niño, sentado allá afuera, gigante, de unos mil años, jugando con fósforos ¿te acordás?.

Cuando el mundo lo vio acercarse, se supo de él. Asomó su cabezota por el cielo y con un dedo empezó a contar los fósforos carbonizados, estrellados contra la tierra. Los fue juntando, uno por uno, para al final arrojarlos de un manotazo al aire. Volaron todos, se hizo de noche a las cuatro de la tarde.

Y es que Dañino estaba aburrido.

Los fósforos no volvieron a caer jamás. En cambio, Dañino sí, volvió, con otra cajita y un ojo de vidrio. Vaya a saber por qué. La cosa es que volvió. Encendió uno nuevo, lo miró, y lo soltó. A medida que caía, la bola de fuego se desesperaba. 

Algunos fósforos caían encendidos, entonces Dañino tardaba lo que tardase en consumirse la última llama de la casa o el bosque o lo que fuese que se haya prendido fuego, para encender el próximo, con una sonrisa redonda y abierta, sin sacar la mirada de encima del mundo, abriendo la cajita fría y lentamente. Pero a veces, cuando caían al mar, se apagaban con ese ruido y esa velocidad que, como al retrato de una madre, lo hacían mirar la luna quizás por horas y horas y horas y horas. El mundo aprovechaba la distracción y se echaba a dormir. Con suerte, era casi al amanecer que encendía otro, pero antes de arrojarlo movía los labios. Esos fósforos siempre se apagaban mientras caían.

Así semanas enteras o de por medio, embocándonos de prepo en sus jueguitos inocentes, con fuego, era lo que tenía. ¡Así meses y meses, años, décadas! ¡siglos! con Dañino ahí afuera.

Hasta que bueno, Dañino creció y se fue, no se supo dónde, no importó. Reinó la paz y el desaire. El mundo celebró hasta desobedecer, y por lo tanto dejar a su suerte, cierta pequeñísima y casi imperceptible nostalgia sembrada en lo más profundo de su redonda y celeste anatomía; esa nostalgia que poco ahonda en una despedida afortunada, y que sin embargo. 

En fin, una vez supuesto que ya no volvería, que realmente Dañino no volvería, ocurre que en el mundo se inventa el encendedor, se lo prohíbe al niño, y la tasa de natalidad embrutece, todo al mismo tiempo.


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inédito

17 abr 2013

LOICA

Dos Loicas simplemente aparecen, se paran sobre el mismo cable de luz, y apenas separadas por algunos metros, chillan bajo el sol llamándose como si no se vieran, hace milenios, por ninguna parte, y desaparecen.

En otoño simulan ser pequeños lobos emplumados que con sus pechos bañados en sangre abren sus picos hacia el cielo, y de una bocanada chirriante, en tres compases de hierro fundido lanzan al aire toda su altura.

Se las suele ver en la ciudad, así de solas. Si no es sobrevolando terrenos baldíos, bajando a los jardines de las casas, y con afiladísima precisión desenterrando una lombriz de un picotazo para luego de dos o tres brincos volver a desenterrar otra. La agudeza de su sentido para dar con su presa subterránea da la impresión de que si ellas quisieran adivinarían hasta el más remoto y finísimo pensamiento de quien se las queda mirando. Entonces uno ya no piensa y se queda profunda e inesperadamente persuadido. Y ella que ignorándole con toda esa inocencia de pajarraco atento y volátil, repentinamente corre su capa de ceniza parda dejándole ver su pecho ese, su pecho ese rojo ardido, su pecho encendido con ese rojo más encendido que tanto nunca jamás se le había mostrado antes, para de un segundo a otro, salir volando como un milagro. Y todo para dar a cuenta que, con toda su majestuosidad, le permitió mirar, luego de su pecho ese, sus ojos esos.

Más precisamente en invierno ocurre que una Loica sola, y ya lo dije, se comporta como si estuviese acompañada hace milenios, pero buscando a su compañía. Esto se entienda por no decir que acompañadas se comportan como si fuesen solas por naturaleza. Y chilla una, y chilla otra, pero nunca al mismo tiempo.

Y ahí va Loica solamente acompañada. Y si no se la ve sobrevolar baldíos, o bajar a los jardines, o posarse sobre los cables de luz a chillar, puede vérsela, cayendo el atardecer, y cara al poniente, como si calentara su pecho con el último tizón del día, posada sobre algún alambrado al costado del camino. Por esas horas su capa revela una luz dorada que parece una nubecita de tierra invadida por el sol, y su pecho fulge con un tono más amable, más rosáceo. Se posa sobre el último alambre y hunde su pequeña garganta bajo su pecho. Y entonces parece un poema. Un rayón blanco se prende sobre su mirada cada vez más adormecida. Loica y Loica desaparecen con la noche, mismo rumbo, cada cual por su lado.

Hasta entrado el verano no se la vuelve a ver. Y esta vez sí, sola. Y retornando siempre al mismo espía, como un aviso, chilla en la mañana, bajo el sol abierto. Sabe que la escuchan y que volvió sola. Incluso su llamado perdió cierta estridencia. Parece una campana. Una pequeña campana azul boca arriba sonando, volcando sangre fresca. Sangre roja, como nueva, sobre su pecho.


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inédito

4 mar 2013

Un Proyecto para Celebrar y Aprender:


Una expedición partió tras los pasos de los pueblos Selk'nam, Haush y Yahgan en Tierra del Fuego, al sur del estrecho de Magallanes. Originalmente, una convicción: registrar el enfoque ecológico en un dinámico diálogo humano / naturaleza, participantes de una misma armonía. El objetivo de este proyecto es explorar un acercamiento sensible al medio ambiente: para comprender los vínculos entre este paisaje sonoro y culturas indígenas que habitaban se extenderá este estudio por creaciones artísticas al público. Todo un cargamento de 45 días en total autonomía, en territorio raramente explorado donde se recopilarán datos de sonido y científicos, geográfica, biológica, que se incorporarán luego a creaciones artísticas.
 
Más Info y Fuente de Fotografía:
https://www.facebook.com/explorasons?ref=ts&fref=ts

22 dic 2012

                                                                     (click para ampliar)

LA COLECCIÓN VERNON

"EL PUENTE DE MADERA"

Pocas palabras han de bastar para describir esta encantadora tela. Cuatro gañanes tratan de pasar a la fuerza a un obstinado cerdo por un puente de madera: las manos de un quinto se hacen apenas visibles al borde de la escena. Diríase bien el súmum de la crueldad bien de la demencia el esperar que el dicho camine sobre una pata (1). Sin embargo, parace ser que esa circunstancia no ha sido suficientemente considerada, y la consecuencia de tal omisión es que los esforzados se están dando un trabajo enorme con magras perspectivas de éxito. Apenas si puede tenerse en pie el infeliz bellotero; y no digamos avanzar siquiera una pulgada, a menos que una o más de sus patas sean liberadas. Se nos antoja que la cuarta figura preferiría no recibir ayuda alguna en su hacer a la que está recibiendo (2). No es puja sustenta una opinión del todo semejante. Los árboles, la alquería y el sol poniente al fondo producen, a su vez, un bello efecto.

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1. El verbo "caminar" implica el uso de más de una pata. La única forma en que pudiere avanzar sería brincando.

2. V. gr.: Por el cabello.

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por Lewis Carroll.




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